De regreso , y de luto
Este fue un comienzo de año muy triste. Por supuesto, sin fuegos artificiales, sin demasiada fiesta, y con la terrible sensación de vulnerabilidad de mis hijos y mis alumnos.
Mis hijos son chicos todavía, así que por ese sencillo hecho no estaban en el recital del incendio. Pero no dejo de pensar en cómo educarlos para que no les pase, que estén alertas cuando están en un recital o en un baile, que estén alertas cuando cruzan la calle (aunque el semáforo esté a su favor, porque un inconsciente corriendo picadas con su auto puede atropellarlos), que estén alertas con la comida, porque en un lugar cualquiera le dan una hamburguesa mal cocinada y los mata, que estén atentos cuando hay una puerta de vidrio o un espejo grande, que al romperse los puede matar, que se alejen de las piletas sin rejas… ¡Cuántas cosas este mismo año!
Nunca creí que el país estuviera bien.
Pero ahora tengo la completa sensación de la desaparición del Estado.
El Estado no controla la comida, los locales bailables, los que fabrican caramelos de propóleo ni los que ponen un puente colgante en la patagonia.
Por lo tanto, los ciudadanos tenemos que estar alertas e informados, saber a qué temperatura muere la Escherichia coli que produce el síndrome urémico hemolítico, mirar al conductor del micro para saber si habrá tomado alcohol y salir como locos de la escuela si un alumno escribe amenazas en su banco.
¿Qué podemos hacer como docentes? No creo que todo esté en nuestras manos, pero hay algunas cosas mínimas que realmente me han ayudado en la vida y pienso que podemos implementarlo con los alumnos: cursos impartidos por los bomberos, simulacros de incendio para que los alumnos sepan cómo evacuar el edificio, cursos de primeros auxilios, educación para la salud (esto último veo que sí se realiza –al menos en las escuelas privadas de clase media- pero depende de las luces de cada docente que se haga bien y no solamente cuando el tema está en los diarios).
No creo que la escuela sea la institución liberadora que deseaba Paulo Freire pero sí está en nuestras manos hacer algo para mejorar un poco este caos que es la Argentina.
Mis hijos son chicos todavía, así que por ese sencillo hecho no estaban en el recital del incendio. Pero no dejo de pensar en cómo educarlos para que no les pase, que estén alertas cuando están en un recital o en un baile, que estén alertas cuando cruzan la calle (aunque el semáforo esté a su favor, porque un inconsciente corriendo picadas con su auto puede atropellarlos), que estén alertas con la comida, porque en un lugar cualquiera le dan una hamburguesa mal cocinada y los mata, que estén atentos cuando hay una puerta de vidrio o un espejo grande, que al romperse los puede matar, que se alejen de las piletas sin rejas… ¡Cuántas cosas este mismo año!
Nunca creí que el país estuviera bien.
Pero ahora tengo la completa sensación de la desaparición del Estado.
El Estado no controla la comida, los locales bailables, los que fabrican caramelos de propóleo ni los que ponen un puente colgante en la patagonia.
Por lo tanto, los ciudadanos tenemos que estar alertas e informados, saber a qué temperatura muere la Escherichia coli que produce el síndrome urémico hemolítico, mirar al conductor del micro para saber si habrá tomado alcohol y salir como locos de la escuela si un alumno escribe amenazas en su banco.
¿Qué podemos hacer como docentes? No creo que todo esté en nuestras manos, pero hay algunas cosas mínimas que realmente me han ayudado en la vida y pienso que podemos implementarlo con los alumnos: cursos impartidos por los bomberos, simulacros de incendio para que los alumnos sepan cómo evacuar el edificio, cursos de primeros auxilios, educación para la salud (esto último veo que sí se realiza –al menos en las escuelas privadas de clase media- pero depende de las luces de cada docente que se haga bien y no solamente cuando el tema está en los diarios).
No creo que la escuela sea la institución liberadora que deseaba Paulo Freire pero sí está en nuestras manos hacer algo para mejorar un poco este caos que es la Argentina.
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