A mi hijo le gusta así, sepan disculparlo

Últimamente me encuentro con varias familias que tienen como premisa no enseñar a sus hijos lo que la sociedad tiene como costumbre: "¿Qué tiene de malo que lo haga?" "¿Qué problema hay con esto?" "A él le gusta así"...
Es cierto: nada tiene de malo tomar la leche con el vasito del personaje de moda y con pajita... lo que está mal es que no lo haga de otra forma. Tampoco está mal que use como más le guste los juegos del amigo al que visita, lo que está mal es que los rompa y los patee...
Si no nos ponemos como premisa enseñar a hacer las cosas de determinada manera siendo conscientes de que hay cosas mejores y peores, estamos perjudicando a nuestros hijos.
Mostrarle lo que está bien y lo que está mal no supone hacer un prejuzgamiento sobre sus futuras elecciones. Es lógico que en su adolescencia decida pintarse las uñas (el nene) o ponerse barba (la nena), pero no se lo vamos a enseñar nosotros porque no es lo que la sociedad actual, en la que ellos viven, espera de ellos.
Como padres y como docentes nuestro rol es mostrar un camino correcto: somos los representantes de la cultura en que vivimos, llevamos en nuestra mente todo lo que nuestros padres y docentes nos enseñaron.
Sabemos que los caminos posibles son muchos, pero también sabemos que una persona que no conoce los códigos de la sociedad en que vive, termina siendo incomprendida por los demás, lo cual le genera sufrimiento y le impide alcanzar ciertos espacios.
También tenemos que tener en cuenta que no existe rebeldía si no hay límites. Si les permitimos todo le estamos quitando la posibilidad de discutir, rebelarse y por fin, encontrar una identidad generacional propia cuando llegue el momento.
Todo esto es lo que me inspiró la lectura de este post del weblog Educar bien con Oscar A. Matias
Y a los interesados en el tema les recomiendo la lectura del libro Límites difusos, de Osvaldo Dallera, sociólogo y profesor de filosofía.